Los fumadores residentes en España están con el grito en el cielo desde que entró en vigor la ley antitabaco, en enero de 2011, cuyas medidas más importantes son la prohibición de fumar en cualquier tipo de local cerrado abierto al público o cerca de colegios y hospitales.
Ojalá la hubieran hecho antes. Ojalá en los tiempos en que salía de marcha frecuentemente, hubiera estado prohibida. Me habría evitado el estar impregnada de olor a tabaco hasta las cejas, me habría evitado tener los ojos rojos cada vez que entraba en un bar o discoteca, entre otras cosas más.
Puede parecer egoísta por mi parte, pero estoy de acuerdo con la ley al 100% y eso que tengo familiares y amigos a los que les parece imposible poder dejar de fumar; han intentado los métodos más inverosímiles sin resultado alguno. Me acuerdo de un ex jefe que fumaba como un carretero* y nos tenía todo el día respirando su tabaco durante toda la jornada laboral. Era asfixiante trabajar así, pero como era el jefe, había que aguantar.
Conozco a uno que me decía que no dejaba de fumar, porque si todos lo hicieran, dejarían sin empleo a los millones de personas que trabajan en la Industria Tabacalera en todo el mundo. Otros argumentan que si se van a morir igual, para qué dejar de fumar. Incluso algunos le buscan las propiedades beneficiosas al tabaco, tratando de agarrarse desesperadamente a algún motivo válido para seguir fumando.
Como madre de dos niños, me alegra mucho la entrada en vigor de esta ley. Mis hijos no tendrán que aguantar el humo en según qué lugares; podremos ir a restaurantes sin temor a que te metan el humo en la cara cuando estás comiendo o ir al parque sin que los padres fumen a su alrededor. Vamos a ver si se cumple, porque hay algunos que se niegan en redondo a cumplir la ley, pero por lo menos, el gran paso ya está dado.
* Antiguamente los carreteros, que eran los taxistas de entonces, debían pasar mucho tiempo en la calle esperando a sus clientes en lugares establecidos (el punto) Estaban al aire libre puesto que sus carruajes carecían de cabina. Así la imagen de una de estas personas era la de un hombre envuelto en muchas bufandas y abrigos que fumaba pacientemente unos cigarros retorcidos a mano (caliqueños) mientras que echaban al aire nubes y nubes no solo de humo, sino de su aliento invernal. Fuente: Yahoo-respuestas.