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Bienvenidos

Soy una persona normal, casada, madre de dos hijos, trabajadora, entusiasta, que disfruta los pequeños momentos buenos de la vida y a la que le gusta escribir. Hoy inicio este Blog para que queden plasmados mis pensamientos, opiniones o comentarios y algún día, quizás mis hijos lo lean y me conozcan un poquito mejor. Simplemente contaré momentos de mi vida cotidiana o compartiré alguna opinión que me parezca interesante. ¡Bienvenidos!

viernes, 26 de noviembre de 2010

Todo lo bueno es malo, pero no viceversa



Hay ciertas cosas en la vida que para nosotros son pequeños placeres y sin embargo resultan dañinas para nuestra salud. Por ejemplo, para mí no hay mayor placer que salir del agua fresca del mar y tostarse al sol sintiendo cómo los rayos derriten esas pequeñas gotitas de agua sobre la piel. Pues bien, hoy en día eso no lo puedes hacer sin tener que embadurnarte de toneladas de crema protectora cada 5 minutos, pues te arriesgas a tener un melanoma.  Otros “vicios” como tomar coca cola bien fresquita en verano, ducharse con agua muy caliente en invierno, dormir más de 2 horas de siesta, tomar café a menudo, entre otros miles que podría citar… causan efectos negativos en nuestra salud.  Una persona fumadora seguramente afirmará que llenar nuestros pulmones de nicotina es el mayor placer que hay en la vida aunque todos sabemos lo perjudicial que es. Se hacen numerosos estudios donde nos reafirman los efectos dañinos de estos pequeños placeres, haciéndonos sentir culpables  cada vez que disfrutamos de alguno de ellos, sin embargo estos mismos estudios a veces se contradicen; hace unos años decían que algo era bueno mientras que hoy día es lo peor que podemos hacer. También depende del país donde se haga el estudio. Por ejemplo en América poner a los bebés a dormir boca arriba es casi un sacrilegio; el pobre niño se va a ahogar si vomita. En Europa, ni se te ocurra ponerlo boca abajo, porque es probable que fallezca de muerte súbita. Total que al final tienes que poner al pobre bebé durmiendo con 15 almohadones para que se mantenga de lado toda la noche, aunque no tenga espacio ni para moverse e ir cada 10 minutos a vigilar si respira o no.  En fin, que si le hacemos caso a todo lo que se dice es malo (nadar en las piscinas, calentar en el microondas, comer cacahuetes, tomar azúcar blanca, usar ropa ajustada, etc.) no tendríamos que salir de casa y meternos en una burbuja (peor que la inmobiliaria) para garantizar nuestro perfecto estado de salud.  Bueno, os dejo que voy a por una coca cola bien fresquita.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Motes, apodos y otras genialidades



Hay cosas que marcan en la infancia de una persona. Una de ellas son los motes. Los hay cariñosos, divertidos y algunos hasta llegan  a ser insultantes. Recuerdo que cuando tenía unos 5 años, se me ocurrió contar en casa que había una niña en el cole que se llamaba como yo, pero que su apellido era Torralba.  A partir de ese momento, mi hermano, que  escuchaba la conversación, me empezó a llamar “ Torralbona”. Lo repetía constantemente y a la vez se reía.  El apodo en sí no era ni un insulto ni nada por lo que tuviera sentido molestarse, pero cada vez que me llamaba así, conseguía hacerme rabiar de una manera que no podía controlar. Otro adjetivo que  tuve que aguantar durante años, fue el de “frenteguagua”, refiriéndose al gran tamaño de mi frente y éste me marcó tanto, que hoy en día nunca salgo a la calle con la frente despejada, pues me llegó a acomplejar de verdad. En la época del colegio, muchos niños podían ser muy crueles calificando a los compañeros con algún que otro mote y algunos llegaron a tener bastantes complejos por este motivo. Motes como “El piojo”, “el chato”, “la chupa chups”, "la omnipresente"..., se oían constantemente por los pasillos del colegio. Cuando somos mayores seguimos con la costumbre de poner nombres y a nuestras parejas les llamamos cosas como “cari”, “cuchi cuchi”, mi gordi, mi osito/a, etc. etc. y a algunos amigos les seguimos llamando tal como se le apodó en su día, pues ya están tan acostumbrados, que si no les llaman así, hacen caso omiso. Hoy en día lo miro en la distancia y me hace gracia; no puedo evitar una sonrisa cuando al recoger a mi hijo en el colegio, se despide de su amiguito diciendo: “¡Adiós patata frita!”. 

sábado, 13 de noviembre de 2010

Adios a la negatividad



Me viene a la mente una frase que se hizo famosa por el controvertido entrenador del  Fútbol Club Barcelona, el Sr. Van Gaal hace algunos años.  Refiriéndose a los periodistas, les acusaba de ser “siempre negativos, nunca positivos”, y les repetía la frase hasta la saciedad. Creo que este señor será recordado por esa frase en España, pues si le preguntas a alguien quién la dijo, seguramente te dirá: “¡Hombreee, el Sr. Van Gaal!” Pues bien, creo que estoy de acuerdo con este señor.  Solemos ser muy negativos en nuestras situaciones del día a día. Por ejemplo, si tenemos una entrevista de trabajo, lo primero que pensamos al salir: “Uff, no me cogerán, lo he hecho fatal”; si tenemos una cita con algún familiar y no llega a la hora esperada, enseguida pensamos: “Le habrá pasado algo, seguro…” y por nuestras cabezas pasan una serie de “películas” que bien podrían darle ideas al Sr. Stephen King por ser más terroríficas que la vida real. Personalmente he comprobado que la negatividad atrae las cosas negativas. A la gente que es pesimista por definición, todo le sale mal, parece que el mundo se conjura en su contra, no dan pie con bola; sin embargo los que van por la vida pensando en que todo va a ir bien, son mucho más felices y lo mejor, ¡es que las cosas le van bien realmente!  No se trata de desear que te toque la lotería y te tocará solo por pensarlo, pero sí de ir con otra actitud en la vida, desafiando a la suerte, enfrentándonos con optimismo y pensando que somos capaces de conseguir aquello que nos proponemos. Hay numerosos libros en el mercado que hablan sobre este tema y sobre cómo conseguir la felicidad (El Secreto es uno de los más famosos). Una amiga me dijo en su día que después de leer el libro le cambió la vida.  No sé si un libro te puede cambiar la vida, pero cualquier medio que nos ayude a ser un poquito más felices, vale la pena descubrirlo. Así que mis queridos amigos os invito a ser “siempre positivos, nunca negativos”. 

sábado, 6 de noviembre de 2010

Aquellos años maravillosos


El otro día leía un artículo en El País, en el que se hablaba del final de la fabricación del Walkman. Comentaban que la Sony lo dejará de fabricar, ya que ha cumplido su cometido sobradamente y evidentemente ha sido sustituido por otros aparatos con nuevas tecnologías. Mientras leía dicho artículo, me transporté a esa época en la que el Walkman, los discos de vinilo, los casetes… causaban furor. Recuerdo que la primera canción que grabé (me habían regalada una radio rosa con doble casete, que en esos momentos era mi tesoro más preciado), fue Relax, don’t do it, del curioso grupo Frankie Goes to Hollywood. Había que esperar a que en la radio pusieran nuestra canción favorita para grabarla y si tenías suerte, la podías grabar con una calidad aceptable y sin anuncios. Tener un disco de vinilo de tu artista favorito era todo un privilegio. Escuchar ese sonido tan característico al poner la aguja en el disco, era todo un placer. Los de mi generación seguramente recuerdan esa época con nostalgia. ¿Quién no pasó tiempo desenredando las cintas de casete cuando éste se enredaba? ¿Quién no permaneció pegado a la radio esperando a que pusieran su canción favorita para grabarla? ¿Quién no se emocionaba cuando le regalaban un nuevo disco de su artista favorito? Ahora todo es tan fácil. Ahora quieres oír una canción y la tienes al momento, tienes Mp3, Mp4, Ipod, Spotify… y un sinfín de facilidades para escuchar lo que desees cuando desees sin mucho esfuerzo, pero no me negarán, que muchas veces algunos nos sentiremos nostálgicos al rememorar un placer tan simple, como el de escuchar un disco de vinilo.