Creo que cualquier viajero o turista que se precie (que no son lo mismo), coincidirá conmigo en que la parte más tediosa de viajar son los aeropuertos. Lamentablemente, no me puedo definir como viajera, sino que pertenezco al último grupo; soy una turista con ganas de alcanzar el siguiente nivel, pero pienso que algún día lo conseguiré.
Volviendo al tema que nos ocupa y ahora que se aproxima un viaje estival con mi familia, tiemblo cada vez que me imagino lo que será viajar con dos niños pequeños.
Para empezar, tienes que estar en el aeropuerto con 3 horas de antelación, hacer colas eternas para identificarte y facturar, pasar por los incontables controles a lo largo de todo el aeropuerto, donde frases como esta son lo más habitual: "ahora sáquese el cinturón…, quítese los zapatos…, sáquese todas las monedas…, ponga el ordenador en una bandeja aparte y sáquelo de la funda…, saque al niño aunque esté durmiendo y doble el cochecito para pasarlo por el escáner (esto es porque podría haber una bomba dentro)…, etc, etc.
Cuando ya casi te has desnudado, cuando has sido toqueteado, ultrajado, despojado de las botellitas de agua que llevabas "por si colaban" y te sientes humillado y sin intimidad, entonces pasas a la zona "Duty free"; una zona maravillosa de tiendas, donde puedes adquirir los últimos souvenirs o comprar moda mucho más cara que fuera del aeropuerto, pero con el cuento de que son libres de impuesto, te quieren colar que son el chollo del siglo y a lo mejor te gastas un dineral.
Luego llega la hora de subir al avión; allí es donde te das cuenta que la gente que parece que pase de todo, realmente está muy pendiente, porque es como si tuvieran un resorte en el asiento que se dispara en cuanto anuncian tu vuelo. No sabes cómo, pero no han terminado de decir el número completo del mostrador de embarque, que la cola ya es kilométrica. Por suerte, si viajas con niños, te puedes colar y ponerte delante, con la consiguiente cara de fastidio que ponen los primeros de la fila.
Si tienes suerte, irás por los denominados "fingers" y subirás directamente al avión, pero si te toca coger un bus hasta el avión, perderás completamente los privilegios del primer puesto. Al subir en el avión, si eres de los primeros, tienes la suerte de elegir el espacio que más te convenga para poner tu maleta de mano, que cumple religiosamente las medidas estipuladas y cuando estás arriba te das cuenta que otros se traen unas maletas que ocupan el doble de la tuya y piensas en cómo diablos se las han dejado subir.
Si el viaje es corto, puedes ir entreteniendo a la prole con algún que otro juego o enseñándoles las nubes, etc, pero si el viaje dura unas once horas, como durará el mío, por más nubes diferentes que les enseñes, se van a agobiar y se van a poner insoportables, así que hay que armarse de paciencia y llevar entretenimiento para rato.
Finalmente, cuando llegas a destino, la cosa no termina allí; tienes que volver a pasar controles (depende del país que visites), interrogatorios, rellenar cuestionarios interminables y absurdos en lo que te preguntan si eres terrorista o tienes planificado poner una bomba en ese país, además de soportar en algunos casos que te registren la maleta y tu intimidad quede reducida a un trapo. Cuando sales y ves a los familiares fuera esperándote, es como si hubieras conseguido un gran logro al sobrevivir a toda la odisea.
A mi me han pasado varias cosas curiosas en los aeropuertos, como por ejemplo una vez que el avión estaba apunto de salir y el policía está más interesado en saber si tenía novio e invitarme a un café que en dejarme pasar… otra vez entré en un país del Caribe (en el año 2004) con un pasaporte caducado de dicho país del año 86 (para evitar pagar el impuesto de turista) y me dijeron, "bueno, no pareces tu, pero no importa" y acto seguido me pusieron el sello de entrada (aunque tengo que aclarar que llevaba el pasaporte español al día por si acaso).
Otro caso curioso es una vez que regresaba de Canarias y mi hijo se empeñó en llevarse una pelota en la mano. Cuando entramos en el avión, el personal nos dijo que era peligroso porque podía explotar durante el vuelo por la presión, así que se la llevaron a los pilotos y ellos intentaron desinflar la pelota, incluso demorando la salida del vuelo.
En otra ocasión, en Londres me mantuvieron apartada de la cola al entrar, pues no sé qué problema había en la foto del pasaporte que les impedía identificarla correctamente y me dejaron en un cuartito un buen rato, del cual me dejaron salir después de interrogarme y dejarme hecha un flan de nervios.
En fin, supongo que como siempre, sobreviviremos y aunque nos resulte incómodo pasar por todo eso, tendremos que armarnos con buenas dosis de paciencia y soñar que todo pasará en un instante.